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  1. Deliberación

    domingo, enero 27, 2008

    Pues bien, después de un rato deliberando me encuentro en confusión.
    La confusión debería considerarse un privilegio obsoleto, quien crea panoramas exentos de ésta, tiene unas anteojeras del tamaño de su pensamiento.

    ¿Quién esta tranquilo en los días Apocalípticos?

    No se podría estar impertérrito en primera fila viendo como el huracán acaba con nosotros inexorablemente. El gusto por la primera fila, el gusto de la paranoia. Si los sentimientos se midieran en corazonadas y un día, enojado me muevo a dos corazonadas de mi “punto de partida”
    ¿No es exactamente lo mismo que cuando se altera el sentido dos corazonadas por emociones amorosas?
    Lo mismo se puede mudar en enojos, esquizofrenias, amor, desilusión y, en el más tangible de los casos, en las depresiones que explotan las mismas medidas del pensamiento sensorial, no hay aquí la diferencia simbólica, esto es, se pueden diferenciar sensaciones unas mas notables que otras por el mero hecho de “sentirlas” más, y no tanto por la alevosía de ponerles adjetivos indicativos sino sensoriales, ¿será que de ya de tanto respirar entre los escombros de la moralina nos volvemos alcahuetes de nuestra voluntad?

    Solapamos nuestro espíritu gregario para no desenredar la madeja de las cosas NO CONSUETUDINARIAS para no batallar, para seguir tradicionalmente con nuestro tedio que ha venido marcando las generaciones últimas, ha de ser más divertido luchar contra nuestros placeres a la orden de una moral inventada con la recalcitrante idea de dejarse vencer sin oponer resistencia, y cómo se podría si no renovamos los valores un día tras otro, de solo imaginarlo se presume aburrido y, para hacerlo divertido, para no sentir el agobio, contendemos contra esa desaliñada y vagabunda voluntad que, tan debilitada cede el paso evitando argüir sobre cuestiones de carácter obtuso, el carácter de unos ojos que presumen ver la luz diurna cuando solo van dando tumbos catástrofe tras catástrofe.
    La habitación arde en llamas, lumbre de confusión, fuego en los pies y la incertidumbre de salir corriendo se hace presente, y se vislumbra el primer intento para deliberar, se desean cosas que no deberían confundirse con caprichos pueriles así que se anda a tientas mientras procura uno deliberar.
    Cuando se tiene un capricho, influye un agente tan reacio como subjetivo sobre un objeto débil y fatigado, incapaz de reconsiderar cosas que, en algunos de los casos, realmente no se desean, ¿y el deseo?
    He aquí la contrariedad, en esta situación influye también un agente externo solo que mas objetivo sobre un objeto no tan ávido de diversión y se vuelve al principio de las cosas pues ¿objetivo sobre qué?
    ¿Quien impera sobre la voluntad?
    No habría suficientes argumentos sobre tan portentosas manifestaciones.
    Capricho y deseo al grado que se avienta una pelota al suelo preconizando que rebotara y, si ésta fuera roja, cortará el aire en pequeños dibujos carmesí, matices cromáticos, ilusiones ópticas que confunden el capricho con el deseo, un día se disolverán ambos términos…cuando se aviente la pelota y no rebote…

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Literatura Vallense.

Cd. Valles, SLP. Huasteca Potosina. Mx.

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